Blog posts

Tributo a Babenco

Tributo a Babenco

Lecturas

Héctor Babenco es conocido como un personaje difícil. Contradictorio, ególatra e imprevisible en sus reacciones. Detesta a los periodistas y dice que no entiende por qué quieren entrevistarlo si todo está en sus films. Pero, al minuto siguiente, admite que su productora llama a los medios para ? agendar entrevistas porque necesita «que hablen de la película». Dice que el arte no necesita ser explicado y que no le interesa si la gente va a ver sus films, pero frente a este periodista atiende una llamada desde Nueva York y grita, eufórico: «¡Estamos vendiendo más entradas que James Bond!»

-Para vivir en Brasil no es necesario naturalizarse. Usted lo hizo, y eso da la impresión de que quería cortar vínculos con su pasado argentino, le comentó un periodista de La Nación, hace unos años.

-No, es un equívoco. Yo me naturalicé porque me parecía que, para poder abordar determinados temas en mis películas, iba a estar más integrado si era un ciudadano brasileño que si era un argentino con permiso de trabajo. Pero no renuncié a mi ciudadanía argentina. En ningún momento pensé cerrar mi etapa argentina. La mantengo abierta porque es un poco la que me mantiene vivo.

-¿Y qué quedó de su argentinidad después de 30 años en Brasil?

-Conseguí extirpar todo lo que había de horroroso en el argentino y quedarme con lo mejor. Lo mismo que trato de hacer con lo brasileño.

-¿Y qué es lo bueno de cada lado?

-Está en mis películas (se irrita). Si las películas no lo dicen, no puedo hablar de quién soy yo. Lo que sale en los diarios hoy, mañana va a envolver pescado en la feria. Soy muy radical, muy severo con la prensa. La prensa nunca me dio tregua. Siempre me pegan en los tobillos, nadie viene a la pelota. Cuando hacés algo que funciona, te reverencian. Cuando hacés algo que no corresponde a lo que ellos (los periodistas) quieren ver, no te reverencian. ¡Déjennos trabajar tranquilos! Soy modestamente un director de cine, que de vez en cuando junta cuatro palitos, un poco de luces, tres o cuatro locos, un crédito y hace una película.

-¿Por qué eligió el género presidio para filmar?

-Porque quería romper con el género presidio. En ese género tenés siempre al preso como alguien que ansía la libertad. Y en Carandirú el personaje presidiario no quiere la libertad, sino permanecer vivo. La libertad será una consecuencia que vendrá en algún momento. Me interesó ver esa idea de que dentro de un presidio, donde hay leyes organizadas por los propios presos, el respeto personal es mucho mayor que afuera, en la sociedad. Que a pesar de ser un ambiente de gente violenta, la violencia no ocurre dentro del presidio. Sólo ocurre cuando el presidio es invadido.

-En la cárcel también se mata y se muere, y el libro y su propia película muestran eso.

-Bueno, yo no defiendo a los presos. Estoy simplemente retratando ese universo.

-¿Hay algún discurso político en sus películas?

-Ninguno. ¿Hace falta? No le debo nada a nadie. Cuando Marcel Duchamp expone un inodoro en 1920 y cuando Picasso rompe una imagen realista y la despedaza, ¿es poco ese gesto? Más político que eso, imposible. Lo político está en el gesto del artista. La política hay que dejársela a los políticos. Yo no estoy a favor ni de la izquierda ni de la derecha. Estoy a favor de que todos tengamos los mismos derechos y podamos vivir en un mundo que incluya la tolerancia y el respeto.

-¿Cuál es el eje común en todas sus películas?

-Yo soy un fascinado por contar historias. Es una cosa old fashion (anticuada) hoy en día. Soy una persona que cree profundamente en el contenido y no en el formato. Y creo que el contenido está perdiendo la batalla frente a las tecnologías, la rapidez de la imagen y la banalización. Las cosas están tan disecadas que se perdió el poder de reflexión y de sorpresa. Me interesan las personas que están al límite.

-No es muy común que un director de cine latinoamericano tenga acceso directo a actores como Jack Nicholson o Meryl Streep (actuaron en Ironweed), directores como Coppola, escritores como Paul Auster. Y usted tiene relación con ellos. ¿Cómo es esa relación?

-¿Por qué no es común? ¿Lo intentaste? Si no lo intentaste no podés saber si es difícil. Cuando lo llamé a Jack Nicholson, por ejemplo, él había visto mi película, El beso de la mujer araña. Es el respeto por mi trabajo. Jack Nicholson es un actor como cualquier otro.

-¿Qué películas argentinas recientes vio? ¿El hijo de la novia?

-Sí, la detesto. No tengo ningún tipo de interés por ese cine, que utiliza modelos narrativos extranjeros, importados, utilizando situaciones locales. Es un cine eficiente, muy bien hecho, muy bien actuado, muy bien confeccionado, pero no me interesa. Para el mercado es importante, porque genera empleo, vende ingresos, es una demostración cabal de la competencia técnica del director, pero es un cine previsible.

-¿Modelo extranjero por qué?

-¡El modelo es de comedia italiana! Y de la década del 60, encima.

-Pero la Argentina es un país de idiosincrasia bastante italiana, ¿no?

-Tengo el derecho de decir que ese cine no me interesa. Prefiero ver una película hecha por un chico que tiene dos centavos y encontrarla más interesante.

-¿Algo de la Argentina o de América latina que le haya gustado?

-Mundo grúa, El Bonaerense. En Brasil me gustó El invasor. Amores perros e Y tu mamá también, de México, me parecen muy interesantes. Hay una gran diferencia entre Amores perros y El hijo de la novia. Hay un cine que me interesa y otro que para mí es viejo. Es un cine hecho con una mentalidad vieja, utilizando recursos narrativos viejos, chistes viejos. Me interesa muchísimo más, por ejemplo por su capacidad de subversión, Nueve reinas. Es mucho más interesante Nueve reinas.

Una cosa seria

Babenco realizó toda su carrera como director en Brasil. Llegó en 1969, a los 21 años, sin haber terminado el secundario. Fue fotógrafo hasta que, después de juntar aportes económicos de amigos y de su esposa de aquel momento, filmó su primera película, O rei da noite. Con la segunda, Lucio Flavio, o passageiro da agonia, su nombre quedó grabado para siempre en la lista de los directores de cine más importantes de la segunda mitad del siglo en Brasil .

-¿Cómo fue su infancia?

-Viví en Quilmes hasta los 6. Nos exiliamos por dos años con mi padre en Brasil, porque él tenía problemas sindicales por no ser peronista. Volví a los 9, después de la caída de Perón. Por ser judíos viviendo en Quilmes recibíamos muchas amenazas. Yo provengo de familia judía, pero no sigo los preceptos judíos. Estoy totalmente contra el Estado de Israel. No soy sionista.

-En una entrevista dijo que la Argentina es un país xenófobo y racista.

-Esas son palabras elegantes. La Argentina es un país histéricamente antisemita. Tenés manifestaciones a lo largo de la historia, diariamente. No necesito decir cuáles son.

*Reportaje publicado en La Nación.