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Tributo al capitán Walker

Tributo al capitán Walker

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Por Álvaro Sánchez. Cuarenta centímetros bajo tierra, Flandes aloja una inmensa y desordenada necrópolis de 150.000 soldados fallecidos durante la Primera Guerra Mundial, tantos como habitantes tiene la ciudad de Salamanca. El disperso camposanto es en realidad un conjunto de fosas comunes y tumbas improvisadas en medio del fragor de la batalla que se extiende por todo el frente de guerra. Cada cierto tiempo, una nueva construcción remueve el terreno y el subsuelo belga escupe huesos. Uno de sus últimos hallazgos ha causado sorpresa: un capitán neozelandés ha sido identificado con nombre y apellidos 101 años después de su muerte.

5 October 1917: tropas australianas caminan cerca de Hooge, en Ypres
5 October 1917: tropas australianas caminan cerca de Hooge, en Ypres.

Poner nombre y apellido a los huesos un siglo después rara vez sucede. De los 70 cuerpos que ha analizado el arqueólogo Simòn Verdegem, solo ha identificado uno. En un primer momento solo sabían de él su unidad y rango. Pero sucedió algo inesperado. «Encontramos un medallón muy sucio, y cuando lo limpié aparecieron unas iniciales. Nunca olvidaré ese momento». También hallaron su silbato y unos prismáticos con las mismas iniciales. El arqueólogo leyó las letras H.J.I.W. y las cotejó con la lista de fallecidos de su regimiento: No hubo duda. Era Henry John Innes Walker, un capitán neozelandés integrado en las tropas inglesas. «Al principio no estábamos seguros de que fueran las iniciales de un soldado. Podían haber sido las de su esposa», explica Verdegem.

Trincheras en la Primera Guerra Mundial. La muerte segura.
Trincheras en la Primera Guerra Mundial. La muerte segura.

La repercusión fue inmediata. Medios neozelandeses entrevistaron a su familia, sobrinos de avanzada edad que calificaban el descubrimiento de «milagro» y le recordaban pasando páginas de fotos en blanco y negro mientras señalaban con el dedo. «El de esta foto es tío Jack. Y el de aquella». Su muerte está documentada el 25 de abril de 1915 en la batalla de Ypres, desde donde envió numerosas cartas que la prensa de su país publicó regularmente. Tenía 25 años. «No hay demasiadas noticias hoy. Tanta lluvia como siempre, y las trincheras llenas de barro pegajoso, pero hoy, por primera vez en semanas ha salido el sol y es glorioso», comienza su última misiva, tres meses antes de su muerte.

El sol en las trincheras. Un respiro en la tragedia.
El sol en las trincheras. Un respiro en la tragedia.

*Publicado en El País de Madrid.