(Desde Washington) Hillary Clinton sigue adelante en las encuestas, pero Donald Trump recorta la ventaja. Clinton pierde terreno cuando Trump no aparece acosado por su vida personal, vinculada a casos de violencia sexual y evasión fiscal. Ante la ausencia de debates presidenciales y el extremo cuidado que tiene en sus apariciones públicas, el candidato republicano tuvo un inesperado repunte en los sondeos previos a los comicios. Clinton asume que esa tendencia electoral puede profundizarse y ha redoblado los esfuerzos para evitar que corra peligro su posición ganadora: dio luz verde para que Barack Obama ocupe el centro del escenario a 13 días de las elecciones presidenciales.
Frente a la ofensiva de Obama para proteger la ventaja que Clinton lleva en las encuestas, Trump se aferra a los swing states que pueden dirimir los comicios del 8 de noviembre. El candidato republicano necesita a los votantes blancos, adultos y con escasa educación, para enfrentar al electorado demócrata que reúne a mujeres, jóvenes, afroamericanos y latinos. Además, Trump no tiene un expresidente para ofrecer a sus eventuales votantes, y si tuviera que pedir un deseo político, exigiría una caída vertical de la concurrencia de los millenians a los sitios de sufragio. Pocos votantes yendo a las urnas benefician a Trump, muchos jóvenes y latinos ejerciendo su derecho a elegir, puede transformar a Hillary en un hecho histórico: la primera presidente de los Estados Unidos.
Clinton ha ratificado que reconocerá a su vencedor, si los votos no sostienen su sueño personal de acceder a la Casa Blanca. Trump, en cambio, se negó a anunciar su respeto por la voluntad popular, salvo que gané en las elecciones presidenciales. En Washington no descartan que el candidato republicano concurra a los tribunales para impugnar los resultados en ciertos estados clave para los comicios del 8 de noviembre. Y eso significaría que Estados Unidos inicia un proceso institucional que será oscuro, largo y con final abierto.
Trump no se da por vencido y ya fue golpeado por su pasado. Hillary está a pocos días cumplir su ambición personal y ya asumió su incapacidad de seducir a los votantes de Bernie Sanders, que no comparten la perspectiva ideológica de la candidata demócrata. Donald y Clinton protagonizan una campaña chata, con golpes bajos y millones de dólares para regar en los distritos necesarios para entrar a la Casa Blanca. Una estrategia que choca con la abulia de la sociedad americana, cansada de escuchar promesas y observar que a su alrededor todo cambió para siempre.
Si la abulia se impone hasta el 8 de noviembre, Trump tiene chances de coronar. Ahora depende de Clinton, de Obama y de millones de latinos, jóvenes y mujeres que no quieren retroceder a principios del siglo XX, adonde inescrupulosos empresarios se apropiaron del poder en los Estados Unidos.