Zarparon a cumplir con su misión. En un mundo que los tenía olvidados, estigmatizados, perdidos. Pagaban por el pasado oscuro y criminal de su Alma Mater, aunque pertenecen a una generación que apuesta a la democracia y al respeto de la Constitución. Eran una patrulla perdida, defendiendo a la patria sin presupuesto, hipótesis de conflicto y reconocimiento profesional.
Antes de zarpar, ya eran náufragos.
La Armada mintió sobre su sino, su lugar en el Atlántico Sur, sus posibilidades de sobrevivencia. Jugaba a la geopolítica con cosas que no tienen repuesto. Escondió los partes de comunicaciones al presidente Mauricio Macri, engañó a los familiares de la tripulación y quebró la cadena de mando, montando un numerito que ofrecía una falsa expectativa.
Ya sabían que el ARA San Juan había colapsado. Y que los 44 no volverían a tierra.
Ahora, la búsqueda será sobre los restos del submarino hundido. Después habrá una purga interna, un sumario administrativo y una sentencia firme y definitiva cerca de la mitad del siglo XXI.
Todos lloraremos en el funeral.
Ellos ya no volverán.
Los 44 que se tragó el Océano Atlántico.