La personalidad oscura de Donald Trump, la pertenencia al establishment de Hillary Clinton y la sistemática tarea de destrucción de los medios locales contra el candidato republicano, están inclinando la opción electoral a 31 días de los comicios más estrambóticos de la historia política de los Estados Unidos. Si Trump no encuentra rápidamente un escándalo que hunda a la familia Clinton, su chance de acceder a la Casa Blanca se angostará a medida que se acerque el ocho de noviembre, una fecha histórica que puede significar la confirmación del sistema de vida americano o que la serpiente rompió el huevo y va reptando hacia Washington.
La debacle de Trump arrancó después de su primer debate presidencial con Clinton. Los medios locales opinaron que había perdido y el candidato presidencial intentó buscar un atajo para replicar una posición editorial que fue reproducida en las principales cadenas del mundo. Trump se quedó sin argumentos frente a los periodistas, exhibió su costado más agresivo y el mítico diario Washington Post –que en su tiempo reveló el Watergate– infligió una estocada casi letal cuando publicó un conversación privada entre el multimillonario machista y un presentador de chismes que se llama Billy Bush.
Trump intentó relativizar el vídeo y de paso castigar a Bill Clinton, esposo de la candidata demócrata. «Bill Clinton me ha dicho cosas mucho peores en el campo de golf. Pido disculpas por si alguien se ha ofendido», dijo el candidato republicano.
No creo que las disculpas alcancen. Sus chances quedaron muy dañadas y hoy está afuera de la Casa Blanca.
Pero la política es una actividad con escasas certezas. En Washington, a principios de año, nadie pensaba que Bush sería el candidato republicano.