El 17 de octubre de 1945, la clase obrera ocupó la Plaza de Mayo para defender a su líder Juan Domingo Perón, que había entendido sus necesidades sociales y que usaría su poder intrínseco para construir un movimiento social que aún permanece casi intacto. Ese día de primavera, un puñado de obreros atravesaron las calles del Sur para llegar frente a la Casa Rosada. Estaban exhaustos y pusieron las patas en la fuente: una señal de rebeldía ante la élite cívico militar que intentaba frenar su encuentro con la historia del siglo XX.
Pasaron golpes de Estado, exilios, represión, muerte y el regreso de la democracia. Puede haber diferencias ideológicas, pero el 17 fue un acto popular que cambió la Argentina para siempre. Sin embargo, ciertos esperpentos se mofan de ese ícono popular y pretenden replicar una imagen que está en las antípodas de su ética política.
El tiempo y la justicia borrará sus sonrisas. Aunque exhiban los dedos en V.