La caída política de Cristina Fernández es vertical. Su último acto de poder total ocurrió con la designación de Carlos Zannini como candidato a Vicepresidente y su apoyo personal a la nominación de Aníbal Fernández para competir con María Eugenia Vidal. Estas dos apuestas perdidas licuaron su poder y ahora sólo puede enfrentar a Florencio Randazzo, un candidato del peronismo que sueña con un triunfo electoral que lo ponga en camino de la Casa Rosada. Randazzo fue ministro de CFK y nunca cuestionó las licitaciones públicas de Julio de Vido, las aspiraciones empresariales de Amado Boudou y las facilidades impositivas otorgadas a Lázaro Báez y Cristóbal López.
Cristina desdibujó su imagen nacional y sólo puede aspirar a una candidatura en la Provincia de Buenos Aires. Ya no puede ejecutar su criterio a nivel nacional y su poder de fuego quedó reducido en poner bolilla negra a Luis D´elía, su contacto en las sombras con la República Islámica de Irán. CFK se concentró en excluir al puntero bonaerense, pero dejó indemne a Guillermo Moreno, Fernando Esteche de Quebracho y a Mariano Recalde, todos con causas abiertas en los juzgados de Comodoro Py.
Cristina leyó la historia del justicialismo y se niega a asumir sus lecciones. Con excepción del General, ningún presidente peronista regresó a la Casa Rosada tras concluir su mandato o ser derrocado por las Fuerzas Armadas. CFK cree lo contrario. Y no hay indicios políticos para darle la razón.