El gobierno tiene que curtirse. Enfrenta una maquinaria de poder que sobrevivió golpes de Estado, traiciones, dictaduras, planes de ajuste y corrupción sistematizada. El peronismo no es un socio confiable, y menos aún cuando tiene enfrente a una coalición oficialista que puede desterrarlo del poder y empujarlo a una agonía previsible. Mauricio Macri y su gabinete creyeron en la palabra de la CGT, de los gobernadores justicialistas, de piqueteros que manipulan el hambre popular y de legisladores nacionales que soñaban con Cristina y ahora escondieron su foto en la baulera.
A la inocencia política del gobierno de Cambiemos, se le debe sumar la incapacidad para entender la diferencia entre una clase universitaria y una pelea en el barro. Nicolas Dujovne es un ministro honesto y buen profesor. Pero aún no entendió que la picardía es una capacidad necesaria al momento de enfrentar al peronismo. Dujovne fue a la Cámara de Diputados y reconoció que no sabía cuánto iban a percibir los jubilados con la nueva fórmula de actualización que propone en la denominada Reforma Previsional. El ministro de Hacienda fue masticado por los legisladores K y su corso, sin poder alegar siquiera que la ANSES de Cristina Fernández pagaba con la plata de los jubilados a un puñado de periodistas que propalaban el mito de Néstor Kirchner.
La inocencia y la inexperiencia política establecieron los parámetros de la próxima jugada del peronismo. Convocó a una movilización frente al Congreso, no se hizo cargo de los grupos de ultra izquierda que pretendían ingresar con violencia a la sesión especial de Diputados e hizo lo necesario para provocar la represión de las fuerzas de seguridad que habían sido desplegadas alrededor del Palacio Legislativo. Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad, mordió el anzuelo. Y el número se consumó: represión en las calles y escándalo en el recinto de sesiones. Pura ganancia para la oposición liderada por una facción del peronismo que aún no puede justificar qué hicieron con los fondos públicos durante la administración de Néstor y Cristina Kirchner.
La sesión finalmente se levantó. Y el gobierno pagó los costos políticos: no hay ley Previsional, sus aliados justicialistas no aparecieron para dar quórum, la Gendarmería reprimió en las calles y el peronismo apareció como una fuerza popular con capacidad de proteger a los desprotegidos.
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