La oposición sirve al sistema democrático cuando ejerce su rol sin hipocresías. El kirchnerismo y sus aliados montaron su numerito en Diputados para trabar la sesión de reforma previsional y después festejaron la crisis institucional que habían provocado. En la intimidad del poder, no se los ve preocupados por la represión de la Gendarmería, que se excedió en el uso de la fuerza pública.
Mientras tanto, simples mortales sufren las consecuencias de un día de furia ejecutado por una extraña alianza urdida entre el kirchnerismo, grupos de ultra izquierda, los restos del massismo, organizaciones sociales y la CGT.
Ahora hay otra oportunidad para tratar la reforma previsional en Diputados. El gobierno reconoció sus errores políticos y aceptó incorporar un bono compensatorio para los jubilados que eran perjudicados por el proyecto con media sanción del Senado.
Por su parte, la oposición debería hacer los mismo: ejercer con transparencia su rol constitucional, evitar las provocaciones políticas y controlar que los guarros que nunca leyeron a Trotsky transformen a Buenos Aires en un campo de batalla.
No habrá un 2001.
Aunque algunos sueñan con serpientes.