Valentín Díaz Gilligan renunció como subsecretario general de la Presidencia. Omitió declarar una cuenta con un millón doscientos mil dólares que tenía depositados en el paraíso fiscal de Andorra, y su defensa jurídica y mediática fue tan opaca que no tuvo otra alternativa que vaciar su oficina, juntar las cosas y salir como un naufrago de la Casa Rosada. Ahora Díaz Gilligan enfrenta una causa penal en Comodoro Py, un expediente abierto en la Unidad de Información Financiera (UIF), una investigación que se tramita en la AFIP y los cuestionamientos de una docena de ministros que se preguntan porqué no se fue de Balcarce 50 antes que su caso se transformará en un escándalo político.
El gobierno tiene un manejo amateur de los casos que están bajo sospecha de corrupción. Es cierto que Mauricio Macri ordenó que los supuestos implicados se presenten en la justicia federal y en la Oficina Anticorrupción (OA), pero siempre hay una respuesta tardía y un puñado de argumentos que no cierran en sí mismos. La defensa del ministro Jorge Triaca fue patética y los papeles presentados por el ministro Luis Caputo aún no fueron considerados como prueba de inocencia por los técnicos que trabajan en la OA.
Díaz Gilligan renunció haciendo otro daño al gobierno. En su carta de despedida asegura que «tuvo el respaldo incondicional» de la Casa Rosada, una situación que si fuera cierta deja en falsa escuadra al Presidente y su gabinete. Pareciera que a Díaz Gilligan le hicieron una zancadilla en los medios y por eso no tuvo otra alternativa que renunciar a su cargo de subsecretario general de la Presidencia. Ese razonamiento es falaz y oportunista: Díaz Gilligan renunció porque mintió a la administración pública, o encubrió a un amigo perseguido por el fisco de España, o lavó dinero sucio o evadió a la AFIP. Si en Balcarce 50 lo respaldaron incondicionalmente, sus principales funcionarios deberían leer las evidencias que prueban la conducta opaca del titular de la cuenta off shore abierta en Andorra.
Díaz Gilligan omitió y naufragó. El daño está hecho.