Rodeado de estados que sueñan con su desaparición, Israel ha desarrollado una robusta industria dedicada a prevenir y reprimir ataques cibernéticos. El gobierno israelí apuesta a las industrias tecnológicas que diseñan métodos para repeler ataques a través de la web, y esa decisión estratégica determinó que Tel Aviv se transformara en un centro internacional de provisión de software y hardware destinado a evitar que una operación bélica digital complique la vida cotidiana de países, empresas u organizaciones sin fines de lucro.
La modernidad implica que toda la vida cotidiana estará interconectada. Desde el aire acondicionado en el hogar hasta los semáforos que habilitan el paso de los trenes de alta velocidad en las ciudades más modernas. Y esa hiperconectividad se puede transformar en el Talón de Aquiles de la sociedad global frente a los ataques del ciber espacio que buscan causar conmoción en los estados o robar secretos empresariales valuados en millones de dólares. Israel atiende estos casos y compite a nivel mundial con China, Rusia, Estados Unidos y Francia. La puja es pareja y la pelea se dirime en el campo de la geopolítica. Tel Aviv tiene más chance de vender su tecnología en Buenos Aires o Madrid que en Moscú o Beijing.
El combate en el ciber espacio tiene un problema básico. No hay reglas de juego escritas. Existe un ética global y una búsqueda de la simetría en la respuesta. Pero todo está por consensuarse entre los países que se defienden con sus propias tecnologías y deciden en secreto cómo responder a los «chicos malos» que cobran por atacar o robar secretos de estado. Israel tiene una estrategia que implica la participación militar y la aplicación de tecnología civil de última generación. La suma de ambos conceptos determina que países, CEOS y líderes sociales aterricen en Tel Aviv para poner a resguardo su información clasificada, sus bienes millonarios y la seguridad de sus habitantes.
Si hubiera que establecer un ranking de países con tecnología cibernética y capacidad de producir a escala mundial, esa lista debería ser encabezada por Estados Unidos, Rusia, Francia, Alemania, Israel y China. Son estados que compiten entre sí y que –en algunos casos– son aliados en determinadas regiones del mundo. Ya se sabe que sucedió con Rusia y las elecciones presidenciales que ganó Donald Trump, sin dudas un caso paradigmático que transformó el arquetípico guión de Hollywood en una explícita demostración de poder.
Ya no alcanzará con ejércitos entrenados y cientos de misiles nucleares escondidos bajo tierra. La guerra analógica será simplemente una batalla de tribus frente a los enfrentamientos cibernéticos. El control de la red puede ser el control del mundo.