Ya no importa el resultado del clásico extraditado en Madrid. Habrá una sonrisa a media asta, una cargada a la distancia, o una ironía con olor a pincho de patatas, que jamás tendrán la magia del tablón. Las barras bravas y la mediocridad de la burocracia porteña acuchillaron por la espalda a la super final entre River y Boca. La víctima malherida fue enviada a España para que continúe rodando el negocio opaco del fútbol.
Las barras bravas no existen sin la complicidad de las comisiones directivas de los clubes. Por acción u omisión, Rodolfo D´Onofrio y Daniel Angelici son responsables por las barras bravas de River y Boca. «Caverna» Godoy, jefe de la barra brava de River, vendía entradas legítimas de los socios que van a todos los partidos del Monumental. Y Rafael di Zeo, a cara descubierta, manejó la seguridad del Parque Lezama cuando se hizo el banderazo antes de la partida de Boca a Madrid. Godoy y Di Zeo fueron impunes. Angelici y D´Onofrio con silenzo stampa.
Cuando terminé el partido, D´Onofrio y Angelici deberían avanzar en la purga de los barras bravas de River y Boca. Si los clubes más importantes del país no apuestan por la legalidad, todo estará perdido. Y pagaran los perejiles.
Una tradición política en la Argentina.