La dictadura militar agonizaba y el general Leopoldo Fortunato Galtieri fuga hacia adelante con la complicidad de la Armada, que estaba al mando del almirante Jorge Isaac Anaya. Los dos dictadores complotados, a la búsqueda de una fórmula política que permitiera al Proceso permanecer en el poder, decidieron recuperar las Islas Malvinas. No buscaban reivindicar un derecho histórico e inalienable –esa fue su argumento chauvinista–, solo pretendían enfrentar con una aventura militar a la inevitable caída del régimen que había transformado a la Argentina en un campo de concentración. Junto a Galtieri y Anaya estaba el brigadier Basilio Lami Dozo, jefe de la Fuerza Aérea y el tercer responsable de la tragedia de las Islas Malvinas.
Galtieri era un beodo consumado que sabía poco de geopolítica. Viajó a un curso para oficiales a Estados Unidos y estuvo a punto de reprobar, una circunstancia inédita para los anales del Pentágono: la Casa Blanca invitaba a los represores de turno para terminar de cooptarlos, y el curso era una banalidad académica que se debía complementar para respetar las formas. Galtieri pasó de lastima, y cuando decidió ir a Malvinas, evaluó que Estados Unidos renunciaría a su alianza histórica con Gran Bretaña y avalaría la decisión desesperada de la dictadura argentina.
El régimen mintió a la opinión pública y los medios de comunicación fueron cómplices: La Nación, Clarín, Crónica, la revista Gente y ATC fueron los casos emblemáticos. La verdad se escuchaba en la BBC, o se leía a escondidas en los diarios que llegaban desde Europa. «Estamos ganando», era la frase que se repetía en los bares y en las oficinas. Una cruda mentira: el 14 de junio de 1982, la bandera nacional era arriada de Puerto Argentino. Los ingleses repetían la invasión triunfante y clausuraban el ciclo de Galtieri.Anaya-Lami Dozo en el poder.
La dictadura consumaba así otra tragedia histórica. Una aventura militar que jamás será olvidada ni perdonada.