Alberto Fernández tiene un solo aliado en América Latina: Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Pero el presidente de México tiene su propia agenda exterior que se ajusta a sus relación bilateral con Estados Unidos. AMLO concedió asilo a Evo Morales, respalda los lineamientos básicos del Grupo Puebla, exhibe una mirada distinta respecto a los métodos para resolver la crisis de Venezuela y siempre estuvo en contra del capitalismo salvaje y el Consenso de Washington.
Fernández comparte esta hoja de ruta internacional de López Obrador, y juega a construir un tándem para morigerar la influencia de la Casa Blanca en la región. El presidente electo argentino aún no maneja todos los cánones de la política exterior: López Obrador se plegará con Donald Trump, si al final del día tiene que elegir un socio en el continente.
A Trump no le incide que Morales esté exilado en México, o que AMLO proponga que Nicolás Maduro sea protagonista en una salida concertada hacia la democracia en Venezuela. El presidente americano necesita cierta calma en la frontera con México, y López Obrador necesita que el comercio entre ambas fronteras fluya sin mucho atasco.
Fernández tiene una mirada del sistema internacional que no es compartida por los principales países de América Latina. Sólo tiene a México, y a Uruguay si el Frente Amplio preserva la presidencia en el balotaje del domingo 24. En este contexto, su protagonismo en el Mercosur, la OEA o el Grupo Lima quedará reducido y con escasa influencia.
Puede ocurrir una paradoja: que el gobierno de Fernández tenga más apoyo en el Fondo Monetario Internacional (FMI), adonde los principales estados del planeta pusieron sus partidas públicas, que en la región para modificar la política exterior que ejecutó Macri en sus cuatro años de mandato presidencial.