Alberto Fernández mantiene las formas políticas, pero busca su propio perfil en el poder. Tiene una convivencia pacífica con Cristina Fernández, pero sabe que el peronismo es un partido vertical y de única conducción. Tarde o temprano deberá dirimir el liderazgo con la vicepresidente.
El presidente apuesta a la negociación del deuda externa, al respaldo internacional y al consenso interno con los actores claves de la agenda doméstica. Si consolida esta estrategia de acumulación de poder, puede ocurrir que venza en la pulseada con el enclave Kirchnerista del Frente de Todos. Falta muchísimo, pero la batalla se librará en la composición de las listas de los comicios de medio término: a más candidatos en puestos expectables, mejores posibilidades de conducir un modelo de poder que no tiene antecedentes en democracia.
Cristina reconoce que Alberto Fernández busca su propia independencia política. Sucedió cuando Néstor Kirchner rompió con Eduardo Duhalde, y volvió a ocurrir cuando CFK tomó distancia de Hugo Moyano y el aparato partidario, que pensaban que podía condicionar a una presidente que iba por la reelección y había quedado viuda inesperadamente. Si Él y Ella lo hicieron. Porqué no lo haría Alberto Fernández.
En este contexto, La vicepresidente gatilla fuego amigo. Propone una quita en la deuda externa con el FMI y mueve sus alfiles para instalar en la opinión pública que hay presos políticos en la Argentina, un concepto que puede aplicarse a Jorge Taiana en tiempos de la dictadura y jamás al exministro Julio de Vido, que está preso por corrupto en un época de transparencia democrática.
La batalla es silenciosa y se despliega en todo el poder. Por ahora: empate técnico.