Alberto Fernández hizo una apuesta política formidable a la sanción de la despenalización del aborto. El presidente decidió enfrentar a Francisco, a la Iglesia Católica y a determinados legisladores de su propio partido que, por convicciones personales o intereses políticos, votarán contra la iniciativa oficial que ingresará por la Cámara de Diputados.
Francisco ya sabía que Alberto Fernández avanzaría con la despenalización del aborto, y esa anuncio durante la apertura de sesiones ordinarias causó una decisión política irrevocable: el Papa no llegará este año a la Argentina, y como el próximo hay elecciones de medio término, su visita pastoral recién se haría en 2022.
La Iglesia Católica apoya al gobierno del Frente de Todos en su plan de lucha contra el hambre, pero ese respaldo ético e institucional no aplacará -ni por un segundo- su ofensiva para evitar que el Congreso sancione la despenalización. El domingo 8 de marzo habrá una misa en el Basílica de Luján, el 28 se hará una movilización nacional y la Conferencia Episcopal ya inició el despliegue de su capacidad de lobby para visitar a cada uno de los líderes parlamentarios de Diputados y la Cámara Alta.
Francisco y la Iglesia tienen una sola chance: influir entre los senadores que representan a las provincias más conservadoras del país. Los votos favorecen a la iniciativa en Diputados, y la batalla final se librará en el Senado. Formosa, Santiago del Estero, Salta, Jujuy, Chaco y Tucumán decidirán la votación.
Los bloques parlamentarios otorgarán libertad de conciencia política a sus integrantes, y al final todo dependerá de dos situaciones claves: el texto del proyecto de ley -su amplitud, su normativa específica- y el poder de los partidos y el Papa.
Una batalla del siglo XX, a comienzos del siglo XXI. Un debate que mostrará si la sociedad argentina comparte la idea de separar al Estado de la Iglesia.