(Desde Washington). Leopoldo Fortunato Galtieri pensó que su apoyo a Los Contras en Centroamérica era un seguro político frente a su decisión de recuperar las Malvinas en 1982, cuando el régimen militar languidecía y apostaba a una fuga hacia adelante para garantizar la impunidad de los asesinos y represores. Galtieri era incapaz de entender los aspectos básicos de las relaciones exteriores y evaluó que Estados Unidos jugaría en contra de Inglaterra a cambio de los grupos de tareas que se habían enviado desde Buenos Aires para enfrentar a la guerrilla que operaba en El Salvador.
Ronald Reagan en la Casa Blanca se comunicó con Galtieri y le preguntó sobre la ofensiva argentina sobre las Islas del Atlántico Sur. El dictador argentino en Balcarce 50 explicó sus razones políticas y buscó una posición que colocara a Washington como mediador ante la esperada reacción de Londres. Reagan cortó la comunicación y adelantó que todo el apoyo de Estados Unidos se inclinaría hacia Margaret Thatcher, una primer ministro conservadora que tambaleaba en su cargo.
La dictadura argentina ya había causado muerte y tragedia en los campos de concentración y ahora se aprestaba a consumar otra masacre en los campos de batalla de Malvinas. Las Fuerzas Armadas no estaban preparadas para enfrentar una pieza clave de la OTAN y la valentía de las tropas nacionales no podían superar la preparación profesional y el despliegue logístico que tenían los combatientes ingleses.
Chile se alineó con Inglaterra y la Unión Soviética con Argentina. Washington movía los hilos alrededor del planeta y jugaba a la permanencia de Thatcher en el gobierno británico. El General Majestuoso no tenía control del escenario de operaciones, mientras que la Dama de Hierro era asistida por toda la tecnología del Pentágono y la CIA. Era un combate asimétrico, una derrota ya previsible desde el 2 de abril de 1982.
Galtieri apostó al nacionalismo, al control de los medios de comunicación y al derecho irrefutable que tenemos sobre las Islas Malvinas. El dictador se apalancó sobre la bandera argentina para prorrogar un régimen militar que había completado su ciclo de noche y niebla. Con su aventura bélica en el Atlántico Sur, Galtieri enterró definitivamente al Proceso de Reorganización Nacional.
Aquí en Washington no es posible encontrar un simple homenaje a los caídos en combate. Ni un cuestionamiento político a Reagan, que desde la Casa Blanca apoyó la represión ilegal de la dictadura.
Aquí la Guerra de Malvinas aparece como un hecho lejano que sólo está en nuestra memoria, cuando la vida no costaba nada.