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Relación Política

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Notas

Alberto Fernández se siente cómodo con Horacio Rodríguez Larreta, detesta a Patricia Bullrich y Alfredo Cornejo, y cree que Mauricio Macri es una falla del sistema político de la Argentina. El Presidente tiene derecho a elegir a sus interlocutores, pero no puede soslayar el peso institucional de los dirigentes que, por derecho propio, representan a la oposición. Si los partidos políticos sostienen a la democracia -al margen del juicio de valor de sus dirigentes-, Alberto Fernández debe reconocer los liderazgos de Juntos por el Cambio.

Hasta ahora, el jefe de Estado empujó reuniones bipartidistas con representantes de los bloques parlamentarios, una coartada que deja afuera del cónclave a Macri, Cornejo y Bullrich, que no son titulares de las bancadas de la oposición en el Congreso. Se trata de una táctica de corto recorrido: la sociedad está crispada y dividida, y Macri, Cornejo y Bullrich son líderes naturales de esa crispación que renovó votos el pasado 9 de julio.

Alberto Fernández debe asumir que es imposible gobernar sin oposición, y que sus líderes -Macri, por ejemplo- son elegidos por un sector de la sociedad que no busca las respuestas en la quinta de Olivos. Si la crispación gana la partida, los extremos se fortalecen -Cristina Fernández- y el medio colapsa.

El poder tiene sus reglas, aunque no parezca. Si el centro de fortalece, la tensión baja y los acuerdos ayudan al oficialismo y a la oposición institucional. En los extremos, el populismo aplica su manual, el diálogo se evapora, y la mayoría corremos el peligro de enfrentar a un Bolsonaro que hable español.