A diferencia de Cristina Fernández de Kirchner, Alberto Fernández considera que no hay justificación ideológica para las violaciones a los derechos humanos. Y esa distinta perspectiva causó una crisis interna que afectó la relación entre ambos y puso en jaque al canciller Felipe Solá.
El Presidente considera un imperativo categórico que Argentina apoye el informe de Naciones Unidas que tiene probado la actuación de grupos de tareas de Maduro, mientras que la Vicepresidente evalúa que sólo es una operación internacional contra el régimen populista para justificar una eventual invasión estadounidense a Venezuela.
En medio quedó Solá. CFK pretende su destitución por jugar a lado de la ONU, y Alberto Fernández -que tiene una relación en zigzag con el canciller- respalda. Por ahora.
Maduro considera que Alberto Fernández es un traidor al legado de Néstor Kirchner y presiona para que Argentina revise su voto en la ONU. El Presidente ya dicho que su posición sobre derechos humanos en Venezuela no cambiará.
CFK no ha movido aún. Pero no acepta esa mirada, y no descarta una guerra de guerrillas para erosionar la política exterior que ejecuta Solá. Está alineada con Maduro, y tiene pocas intenciones de ceder.