Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta se desconfían mutuamente. Y ambos ya han asumido que disputarán el poder hacia fines de 2023. Será un lance de suma cero: uno quedará en pie, el otro será historia política.
Sin embargo, y pese al destino marcado, el Presidente y el jefe de Gobierno deben convivir. Respetan sus propias convicciones democráticas y además están a cargo de resortes institucionales con capacidad para transformar a la tragedia del COVID-19 en un acontecimiento distópico.
El último round fue sobre las clases presenciales. Alberto Fernández cree que aumentan la curva de contagios. Y tomó la medida sin consultar a Rodríguez Larreta, que piensa lo contrario. La pelea se dirime en la Corte Suprema que también sufre su propia crisis de personalidad: tiene cinco jueces con distintos sueños de vida. Y las coincidencias son sobre el poder, y después sobre la aplicación de las normas.
Las clases presenciales continuarán hasta fin de mes. Después el COVID-19, sus contagiados y muertos dictarán otras medidas, que Alberto Fernández y Rodríguez Larreta deberán acatar irremediablemente.