La cumbre del G20 emitió su declaración final respaldando la posición de la Argentina respecto a la política que tiene el Fondo Monetario Internacional (FMI) con los sobrecargos que se aplican a los países con deudas gigantescas.
Fue un triunfo diplomático de Alberto Fernández que es poco probable que tenga correlación efectiva en el FMI. Los sobrecargos funcionan como un castigo financiero contra los estados que se endeudan por encima de su capacidad económica, y además sirven para sostener los gastos del organismo multilateral de crédito.
El G20 es un foro de líderes mundiales, mientras que el Fondo pretende cobrar los 44.000 millones de dólares que prestó al país cuando Mauricio Macri ocupaba la Casa Rosada. En este contexto, el FMI se reunirá en diciembre y su socios más poderosos no tienen intenciones de transformar el comunicado del G20 en una decisión política a favor de la Argentina.
El board del Fondo pretende cobrar la deuda contraída por Macri y no hará un sólo gesto a favor hasta que no avancen las negociaciones con Alberto Fernández y Martín Guzmán. Y esas negociaciones ahora dependen del resultado electoral del 14 de noviembre y sus consecuencias adentro del Frente de Todos.
Desde esta perspectiva, la posibilidad de un acuerdo para evitar el default quedará postergada para 2022, y en Buenos Aires y Washington nadie puede asegurar si finalmente sucederá. Alberto Fernández tiene un concepto de programa económico para lograr la refinanciación de la deuda que Kristalina Georgieva no comparte en sus parámetros básicos.
Hasta que eso no suceda, el fantasma del default seguirá recorriendo los despachos del FMI.