Lula da Silva llegó a Buenos Aires para mantener una reunión bilateral con Alberto Fernández y participar de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). En ese contexto, el presidente de Brasil y Cristina Fernández de Kirchner se encontrarían en una reunión oficial para recordar viejas épocas y analizar la agenda global.
La vicepresidenta pretendía que Lula se moviera hasta el Senado para formalizar el cónclave, un deseo que fue rechazado por el líder del Partido de los Trabajadores (PT). El protocolo del Planalto explicó al senador Oscar Parrilli que el Presidente del Brasil tenía una agenda desbordada y que era mejor que Cristina se moviera hasta la Casa Rosada o al hotel Sheraton de Retiro, que queda a cinco minutos en auto de su piso en Recoleta.
CFK dijo que no. Alegó razones de seguridad. El protocolo brasileño replicó que Lula había sufrido un intento de golpe de Estado y que su corredor de paso sería del Sheraton a Balcarce 50 o de ese hotel al CCK para asistir a una velada cultural.
La vicepresidenta forzó un último intento, pero la reunión no se concretó. Cuando concluyó La cumbre de la CELAC, Lula se quedó en el Sheraton junto a su comitiva.
Cristina no entendió las razones del jefe de Estado de Brasil y leyó una conspiración diseñada y ejecutada por Alberto Fernández. El relato kirchnerista tenía una sola línea: «Alberto lo convenció a Lula para que no viniera al Senado», aseguraron en la Cámara Alta.
En realidad, Lula tenía escasa voluntad de encontrarse con CFK. Y marchó a Montevideo para una reunión bilateral con Luis Lacalle Pou, presidente del Uruguay. Cuando esa agenda oficial concluyó, Lula se fue a la chacra de su amigo José Mujica, que está a varios kilómetros de Montevideo.