Sergio Massa vuela a Washington para asegurar un desembolso de 7.500 millones de dólares que prometió el Fondo Monetario Internacional (FMI) antes de las PASO de agosto. Además, el ministro de Economía y candidato presidencial tiene intenciones de visitar la Casa Blanca, el Departamento de Estado y la Secretaria del Tesoro para ratificar su influencia política en un gobierno que termina a medidos de diciembre.
Kristalina Georgieva recibirá a Massa en su despacho del FMI, mientras que el board tratará el Staff Level Agreement que describe los compromisos que debe asumir la Argentina a cambio de recibir -en principio- 7.500 millones de dólares antes que concluya agosto. Sin ese desembolso, no hay forma de cancelar los «créditos puente» asumidos con Qatar y la CAF, además de exhibir a los mercados que la administración de Alberto Fernández aún tiene cierto respaldo en Washington.
Massa está en un dilema: cuestiona al FMI, pero necesita su ayuda financiera para pagar la deuda pendiente e intervenir en los mercados que protegen sus intereses en un época de incertidumbre política. Y a su vez, el ministro-candidato tiene que hacer campaña en soledad frente al silencio de Cristina Fernández de Kirchner y la reticencia de los intendentes peronistas del conurbano que se resisten a colocar en su estrategia electoral al jefe del Palacio de Hacienda.
Javier Milei es la principal amenaza política para Unión por la Patria, y Massa cree que con su viaje a DC puede empezar a exorcizar la influencia electoral del líder de La Libertad Avanza. Una táctica de mínima que estará a merced de la inflación de agosto, la fluctuación del dólar blue y del humor social que cada día está más agrio e impaciente.