Javier Milei cumple un mes en la Casa Rosada con la imagen pública intacta, pese a la ejecución de un profundo plan de ajuste económico. Aún mantiene la credibilidad política ante una sociedad cansada de las corporaciones y la frustración cotidiana.
Al otro lado del tablero se encuentra una oposición fragmentada que espera su turno para recuperar el poder. Cristina Fernández de Kirchner, Máximo Kirchner, Axel Kicillof, Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta mueven con cautela ante un fenómeno político que se maneja con códigos propios.
Milei no tiene mayorías en el Congreso y pretende sancionar una ley Omnibus y un Decreto de Necesidad de Urgencia (DNU) que tiene la característica de una bomba de implosión adentro de la caja negra del Estado. Al presidente no le importa la correlación de fuerzas, y presiona con la opinión pública y su voluntad personal.
La ecuación es fácil de explicar: si la sociedad resiste el ajuste y rechaza las maniobras políticas del peronismo, Milei habrá logrado una victoria estratégica. En caso contrario, se puede abrir un proceso institucional distópico y con final abierto.