Por primera vez en cuarenta años de democracia, el Senado rechazó un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU). Este hecho inédito exhibe las dificultades de Javier Milei para explicar su programa de Gobierno a la clase política.
Los senadores han demostrado una exquisita flexibilidad pragmática cuando son cortejados por el Poder Ejecutivo, y Milei no hizo bien su trabajo. En la Cámara Alta -habitualmente- se juega al quid pro quo, y el Presidente no ofreció nada para evitar que el DNU recibiera un mandoble político que lo dejó al borde del knockout.
El jefe de Estado aun no asumió que la fortaleza de ideas no puede ser un obstáculo al momento de atravesar las instancias democráticas. En el Congreso hay diálogo, toma y daca, y al final una sesión para validar los acuerdos políticos. Sin este proceso democrático, la administración de la Libertad Avanza no tendrá nada del Poder Legislativo.
Ni un juez, o un embajador. Y menos un DNU.
Ahora, le toca el turno a Diputados. Si el Presidente no ajusta su estrategia parlamentaria, el DNU puede caer en la Cámara Baja. Y en esa caída, una parte sustancial de su programa de gobierno se convertirá en papel picado.
Milei tiene una chance a favor: los diputados son más flexibles que los senadores, y ya aprendió que la política repudia una lógica binaria.