Da la mano con fuerza y sonríe sin la típica pose profesional del político en campaña. Ya vio todo, en el mundo del poder terrenal: muerte y persecución, libertad y voto popular, la presidencia del Uruguay y el dulce sabor del retiro con la conciencia tranquila. José Pepe Mujica pasó por Córdoba, adonde ofreció una charla distendida, y después compartió un almuerzo, que aprovechó para dar cátedra sobre el poder y sus circunstancias.
«El dinero no se puede mezclar con la política, porque esa mezcla complica las cosas», advirtió Mujica. Se lo ve impecable, para un político que estuvo ocho años preso en un pozo de la dictadura militar y después fue presidente uruguayo por cinco años.
–¿Cuál es su análisis sobre la situación en Brasil?–, pregunté.
–Ahí no hay ambiente. Se hicieron mal las cosas. Y no sé cómo será el final. Pero creo que se ha cometido un error: una cosa son los dueños de las empresas que pagaron coimas, y otra que se paralicen las empresas, que son una construcción social. Fijate lo que hizo Volkswagen, echaron a los directivos y las compañías siguieron dando trabajo. Esa es la estrategia.
–¿Mauricio Macri es como Carlos Menem?–, comparó un colega que compartía el almuerzo.
–No. Macri es menos frívolo, MI duda es respecto al endeudamiento. No vaya ser que lo paguemos todos.
–¿Comparte la lógica comercial de los acuerdos que se proponen con la Unión Europea y Estados Unidos?–, planteé.
–Con Europa, Francia siempre se va a oponer para proteger sus productos agropecuarios. Y con Estados Unidos, no hay forma. No nos complementamos, estamos en competencia…
–Entonces…
–China. Ellos nos necesitan. Y nosotros tenemos lo que ellos quieren. Con cuidado, pero la clave es China.
–¿Qué le quedó del conflicto de las pasteras, en época de Néstor y Cristina?, recordó un colega que escribe para un conocido diario porteño.
–No fue una buena época. A mi me encanta el Teatro Colón y ellos se enojaron porque fui invitado por Macri. Después quise ir a la Feria Rural en Palermo, pero desistí para no complicar las cosas. La Vieja era muy cerrada. Y yo sabía que no había contaminación. Pero ella era cerrada y muy obstinada.
–¿Y no se podía hacer nada?–, insistió el colega que es un experto en la situación política del Uruguay.
–Y qué iba a hacer –contestó Mujica con una sonrisa picarona-, declarar la guerra? Y si la ganaba…
Ya habían pasado las achuras, el asado y llegaba el postre. Mujica aprovechó para terminar su copa de vino y cerrar el almuerzo con un pensamiento que marca su relación con el poder. «Estamos para lograr la felicidad del pueblo. Si quieren hacer plata con la política. Mejor que no vengan. Mejor para todos es que pongan un negocio, y que se dejen de joder!