Fabiola Yañez terminó con Alberto Fernández, a quien le queda como consuelo hablar con Dylan y su prole. Los perros sólo escuchan, y mueven la cola sin juicio ético. Esa es una ventaja del expresidente: las mascotas no conocen la moral, y si fueron filmados, sus vídeos jamás pondrán al descubierto la decadencia original del amo devenido en caricatura.
En cambio, cuando el inasible cameraman rodó a seres humanos, las imágenes ya públicas ratificaron un sesgo personal que pocos conocían antes del escándalo.
Alberto Fernández demostró en sus actos públicos y en sus decisiones políticas que no estaba para el cargo. Cristina Fernández de Kirchner lo convirtió en su blanco palaciego y Fabiola Yañez desnudó su mediocridad. La suma de los dos intereses, contradictorios y ambiciosos por igual, moldearon el comienzo y el final del exmandatario.
Alberto Fernández ya entró en la historia nacional. Y nadie lo absolverá.
Ni en 200 años.