Los sobrecargos son un interés que el Fondo Monetario Internacional (FMI) les cobra a los países deudores que toman créditos por encima de su capacidad financiera. Se crearon para inducir al rápido pago de las deudas con el Fondo, y al final del camino se transformaron en una anomalía institucional que aún se usa para sostener a la burocracia del FMI.

Anomalía porque hoy es más barato tomar créditos en el sector privado que solicitar partidas al board, mientras que los funcionarios de elite del Fondo pueden viajar en business y dormir en hoteles de renombre por la vigencia de los sobrecargos que son saldados por los países endeudados y con altos niveles de pobreza.

Martín Guzmán planteó el asunto durante un G20 en Arabia Saudita, tras una larga discusión con el staff del FMI cuando era ministro de Economía de Alberto Fernández. A continuación, avalado por el Papa Francisco y apoyado por el premio Nobel Joseph Stligitz, Guzmán insistió durante años para que se revocaran los sobrecargos.

Estados Unidos siempre decía que no. Pero Ucrania sufrió la invasión de Rusia, y Egipto soportaba una crisis financiera que podía tener efectos globales. Además estos países y Argentina, otras 19 naciones pagaban sobrecargos.

La presión fue in crescendo, la administración Milei empujó en la Casa Blanca, y al final el FMI aceptó bajar los sobrecargos.

Argentina se ahorrará en 2025 cerca de 450 millones de dólares. No es poco si se cuentan las reservas del Banco Central.