Nicolás Maduro secuestró al gendarme argentino Nahuel Gallo para replicar la posición geopolítica de Javier Milei, que condena a la dictadura caribeña y reconoce el triunfo electoral de Edmundo González Urrutia, que debería asumir como presidente de Venezuela en ocho días.
La posición de Milei desnuda el silencio diplomático de Lula da Silva, Gustavo Petro y Claudia Sheimbaum, que conocen la situación de los derechos humanos en Venezuela y hacen muy poco para aplacar la sistemática persecución política que ejecuta Maduro y su aparato represivo.
Gallo fue imputado por delitos que no cometió, y se encuentra en un centro de detención que Venezuela no ha reconocido oficialmente, a pesar de las imágenes difundidas del gendarme capturado en diciembre de 2023. Argentina no pudo asignarle un abogado, y su familia no ha podido hablar con él para conocer su estado de salud y su condición psicológica.
Maduro tiene a Gallo como rehén para condicionar los movimientos de Milei. Se trata de un error de cálculo: el gobierno argentino ya hizo la denuncia ante los tribunales internacionales y ahora la dictadura venezolana debe rendir cuentas.
El gendarme argentino corre peligro. Y ya se probó que Maduro actúa con natural impunidad.