La crisis del sistema político empuja a Javier Milei hacia Balcarce 50. No hay una sola critica ejecutada por Sergio Massa o Patricia Bullrich que atenúe su marcha rampante a la Presidencia. Cuarenta años de promesas rotas y crisis sucesivas crearon un clima de fin de época que abona un eventual triunfo del candidato de la Libertad Avanza.
Massa es el referente de un gobierno que defraudó y de un proyecto de poder que será revisado -de nuevo- en los tribunales federales. Cristina Fernández de Kirchner, copartícipe de ese proyecto y sostén interno del candidato oficialista, ahora enfrenta un juicio por corrupción (Hotesur-Los Sauces- y otro por encubrimiento de los terroristas que atacaron a la AMIA (Memo con Irán). El pasado de CFK entierra la campaña de Massa, que buscaba los votos indecisos para derrotar a Milei.
Bulrrich batalla con la decadencia de Juntos por el Cambio. Mauricio Macri ya tiene su propio proyecto de poder, la Unión Cívica Radical (UCR) apuesta a consolidar su influencia política en el interior y Horacio Rodríguez Larreta no puede prometer que sus votos de las PASO se transfieran directamente a Bullrich, que está lejos de acceder al balotaje.
Mientras tanto, Milei ocupa el centro de la agenda pública y enfrenta todos los cuestionamientos sin aplanar su intención de voto. Tiene la coyuntura a favor: crece con la crisis económica, el desaliento de la sociedad y la exigencia de un cambio de reglas. Con eso, le alcanza para encabezar la marcha electoral.
Esta dinámica cotidiana, exacta y perpetua, que anega los discursos de Massa y Bullrich, está a punto de causar un hecho inédito en 40 años de democracia. Podría ser distópico.