Bashar Al Assad era el dictador de Siria. Apoyado por Rusia e Irán, Al Assad ejercía el poder con brutalidad y dependía del apoyo de Vladimir Putin y el regimen de los Ayatollahs. Siria servía para atacar a Israel con Hezbollah y abastecer a Hamas, que fue responsable del ataque terrorista del 7 de octubre de 2023.
Además, Putin tenía dos bases militares que facilitaban la influencia de Moscú en Medio Oriente y África.
Pero Rusia estaba enfocada en su guerra contra Ucrania, mientras que Irán fue diezmado por la ofensiva israelí en Gaza y El Líbano. En ese contexto, Siria quedó casi sin protección militar y Al Assad cayó por el avance fulminante del grupo terrorista Hayat Tahrir al-Sham, que es respaldado por Turquía.
La crisis geopolítica en Siria añade una nueva complicación al actual escenario en Medio Oriente, cuando faltan seis semanas para que asuma Donald Trump como presidente de los Estados Unidos.
La caída del Clan Assad es un hecho inesperado, y cambiará las reglas de juego en la región.
Israel avanzará sobre Siria para destruir sus armas químicas y asegurar las Alturas del Golan, Turquía irá contra la guerrilla kurda que es apoyada por Estados Unidos, y Hayat Tahrir al-Sham tratará de extender su influencia territorial desde Damasco al resto del país, que por ahora está en llamas y fracturado.
Siria se quedó sin control geopolítico, y su futuro es incierto.