(Desde la Fiesta de la Vendimia). No cayó bien que Mauricio Macri faltara a la cita histórica mendocina. El Presidente estuvo representado por Rogelio Frigerio y Pancho Cabrera, pero a Cornejo le hubiera gustado la compañía de Macri en el palco oficial. Hubo argumentos políticos –Macri prepara la reunión con los gobernadores—y explicaciones familiares –extraña a su hija Antonia–, pura cortesía que no impidió observar una diplomática molestia en el Gobierno de Mendoza.

La mayoría de los gobernadores peronistas tienen decidido apoyar la ley que permitirá pagar la deuda con los Fondos Buitres. Y esta decisión política no está vinculada a ningún otro proyecto legislativo (Mínimo no imponible en Ganancias), como pretende el diputado Sergio Massa. Los gobernadores justicialistas creen que no hay que atar los asuntos de Estados a la política doméstica y forzarán la marcha para que la ley del Poder Ejecutivo se sancione a principios de abril.

La fría recepción de Francisco a Macri fue comentario obligado en las tertulias de la Vendimia. El Papa recibió llamados desde Buenos Aires planteando que el tono político de la audiencia alarmó a sacerdotes que han profundizado una relación institucional en la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires para combatir el narcotráfico y mejorar la atención de los adictos. En el terreno cotidiano, adonde narcos y dealers imponen su propia ley, a los curas católicos y a los funcionarios oficiales no les importa si Francisco y Macri protagonizan una compleja relación política.

La visita de Barack Obama implicará una ola de anuncios de inversiones de compañías americanas en la Argentina. Frente a la esperada noticia, se gatilló un temor: que Donald Trump use esos anuncios para castigar al presidente de los Estados Unidos y su eventual sucesora, Hillary Clinton. El candidato republicano, un xenófobo sin límites, sostiene en su campaña que las inversiones americanas deben ejecutarse dentro de los Estados Unidos y asegura que lo contrario es traición a la patria.