Alberto Fernández avaló una oferta a los bonistas internacionales diseñada por Martín Guzmán que puede desembocar en un default, El Presidente y su ministro de Economía juraron no mover una sola coma de la propuesta y los acreedores privados amenazan con ir a los tribunales de New York si no hay una mejora en las condiciones presentadas ante la SEC.
La fecha clave es el próximo 8 de mayo: si no hay acuerdo, Argentina caerá en default, una instancia jurídica que abre un escenario complejo respecto a la actual situación económica y financiera del país.
No se trata de argumentar basado en la crisis de la pandemia, porque esa es una explicación coyuntural y política. Cuando el coronavirus deje de aparecer en la opinión pública, y la agenda global comience a girar de nuevo, el default argentino implicará la ausencia de créditos privados, decenas de juicios contra el Estado y el recurso de la emisión monetaria para pagar las cuentas.
La oferta de Fernández-Guzmán es agresiva y beneficia a las arcas públicas. Pero es posible mejorar sin perder la línea ideológica y en pos de acuerdo que nos evite el default. Caer en ese abismo puede multiplicar las consecuencias de una situación económica que ya tiene alta inflación, crecimiento constante de la pobreza, acceso limitado al mercado financiero y una recesión histórica.
El discurso único no sirve para salir del futuro imperfecto.