Julio de Vido cayó, porque perdió la protección política en Comodoro Py. Desde la primera denuncia de Elisa Carrió hasta su desafuero ordenado por la Cámara de Diputados, el exministro de Planificación Federal se movió con impunidad a través de una trama de relaciones de poder y negociados sin antecedentes en la historia de la democracia en la Argentina. El juez federal Luis Rodríguez debe su puesto a De Vido, y hasta último momento protegió a su valedor: evitó que los medios tuvieran la foto del exministro con casco, esposas y chaleco antibala como sucedió con Lázaro Báez, el principal beneficiado por sus actos dispendiosos en la administración pública.

De Vido está acusado de malversar millones de dólares en Río Turbio y en la compra de GNL utilizado para la producción de energía eléctrica y pasará largos años en prisión, tras perder sus fueros y el apoyo público de Cristina Fernández y el Frente para la Victoria. CFK se negó a defenderlo y sus diputados se corrieron de los focos, cuando ya era obvio que el exministro partía a prisión sin escalas. Cristina traicionó a De Vido: este preso por corrupción, siempre cumplió las órdenes de la expresidente.

De Vido fue la pieza maestra de la maquinaria montada por Néstor Kirchner y heredada por Cristina cuando murió el expresidente. Y CFK no podía desconocer –por sus atribuciones institucionales y su propio poder político–, lo que hacía De Vido a poca distancia de su despacho oficial. La expresidente, y actual senadora electa, debería saber que aún no tiene asegurada su llegada a la Cámara alta. Su condición penal es parecida a la que exhibe De Vido, que ya duerme en prisión y aguarda una sentencia prolongada por corrupto.