Por Anjani Trivedi. Como trabajador de una empresa china que fabrica revestimientos antiadherentes que se usan en las bandejas para el horno, sartenes y parrillas que se venden en Wal-Mart y otras cadenas de supermercados, Judah Huang está en el engranaje de la cadena global de suministros. Hasta hace unos años, las sartenes y parrillas eran fabricadas en China, pero la mayoría de los materiales provenía de otros países. Huang importaba la mayoría de las resinas, los pigmentos y las pastas de multinacionales como la estadounidense Dow Chemical Co. y la alemana Eckart Effect Pigments.
Sin embargo, en un cambio que refleja lo que está ocurriendo en el gigantesco sector manufacturero chino, Huang ahora compra más de 70% de tales insumos de proveedores nacionales. «Todas estas materias primas, ahora hay alguien que las fabrica en China», dice Huang, gerente técnico jefe de GMM Non-Stick Coatings, que tiene una planta en esta ciudad cerca de Macao.
China ha sido durante años la fábrica del mundo, pero ahora se está apoderando de una mayor parte de las cadenas globales de suministro y provocando cambios en los patrones de comercio a nivel mundial al reducir sus importaciones. La segunda economía mundial, detrás de Estados Unidos, absorbe una enorme cantidad de materias primas y componentes, desde aluminio a microprocesadores, que luego transforma en productos terminados como iPhones y parrillas para asados que se venden alrededor del mundo. Tales flujos de suministro propulsaron el comercio global durante años y convirtieron a China en uno de los principales destinos para las exportaciones de otros países.
Ahora, los flujos se están reduciendo, lo que golpea duramente las finanzas de los socios comerciales de China, desacelera la economía global y ofrece nuevas municiones a políticos que cuestionan los beneficios del comercio mundial, como el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump.
Las exportaciones a China, que habían subido casi todos los años desde 1990, cayeron 14% el año pasado, el mayor retroceso anual desde los años 60, y acumulan un descenso de 8,2% en los primeros nueve meses de 2016. El repliegue ayudó a recortar 0,3 puntos porcentuales del crecimiento del comercio mundial en 2015 y es una de las principales razones de la expansión de apenas 1,7% prevista para este año, luego de haber promediado un crecimiento de 5% durante los últimos 20 años.
Parte del menor apetito chino por las importaciones está relacionado con el enfriamiento de la economía y un exceso de bienes, tanto en China como en el resto del mundo. El país también está sustituyendo importaciones de materiales que necesita para fabricar productos por insumos nacionales, sobre todo en los rubros con altos márgenes de ganancias, como los semiconductores y la maquinaria.
El valor de los componentes y materiales importados por China para su uso en otros productos bajó 15% en 2015 frente al año previo, el mayor declive anual desde la crisis financiera de 2008, y registró una caída de 14% entre enero y septiembre de este año, según Wind Info, una proveedora de datos que se basa en cifras oficiales chinas.
Parte del descenso se debe a que los exportadores chinos emplean menos importaciones en sus bienes, sugiere un estudio del Fondo Monetario Internacional. La proporción de insumos extranjeros en las exportaciones chinas ha promediado un descenso de 1,6 puntos porcentuales al año durante la última década y el año pasado llegó a 19,6%, frente a más de 40% a mediados de los años 90, según cifras del gobierno chino.
En el segmento bajo del mercado, en particular en sectores que sufren de un exceso de capacidad, el Ministerio de Comercio de China ha impuesto aranceles antidumping contra compañías como Dow Chemical e Eastman Chemical Co., a las que acusa de vender bienes a precios inferiores al costo.
Para fortalecer la industria nacional en el segmento alto del mercado, el gobierno lanzó el año pasado un plan para elevar el contenido doméstico de componentes y materiales esenciales a 40% para 2020 y 70% para 2025. El gobierno invirtió US$213.000 millones en investigación y desarrollo el año pasado, cerca de 2,1% del Producto Interno Bruto, según la prensa estatal, y prometió en junio más fondos para fomentar la «innovación tecnológica».
*Publicado en The Wall Street Journal.