Mauricio Macri no deberá extremar sus gestos personales para lograr que China despliegue su poderío financiero y económico en la Argentina. A diferencia de su compleja visita a Donald Trump, que parecía incierta y terminó con un triunfo diplomático, la gira del Presidente a Beijing y Shanghai implica profundizar la relación bilateral con China y avanzar en un amplio escenario geopolítico que puede relativizar la influencia de Estados Unidos en el país.
Macri batalló durante semanas para evitar que Trump cometiera un gesto descortés -como hizo con Ángela Merkel–, y trabajó largas horas para planificar su gira a China. Sabe que será presionado por la construcción de las represas en Santa Cruz y que le costará muchísimo abrir el mercado chino para los embarques argentinos de carne con hueso, pero hace una apuesta política a la hoja de ruta que Xi Xinping diseñó para la potencia asiática. Si Xi juega a favor, Argentina puede multiplicar sus negocios con China, que observa al país como una aliada regional.
Trump ensaya un discurso proteccionista que tiene pocas adhesiones a nivel mundial, mientras que el triunfo de Macron en Francia y la posible victoria de Merkel en Alemania pondrá en una frágil posición al presidente americano. En este contexto, el Mercosur, la Unión Europea y la Alianza del Pacífico convergen en un eventual acuerdo multilateral con China para preservar el libre comercio y poner límite al proteccionismo que se pretende ejecutar desde DC.
Macri empuja esta lógica multilateral y no está solo. Eso explica su apoyo al Mercosur, sus giras por Europa y su decisión de organizar la reunión de la OMC en diciembre y la cumbre del G20 en 2018. El Presidente apuesta a las relaciones internacionales para poner al país en otra perspectiva histórica, una jugada que Cristina Kirchner sólo vinculaba con Venezuela, Cuba, Irán, Siria y Rusia.