Javier Milei obtuvo la media sanción para la denominada Ley Ómnibus, tras una larga negociación que transformó su iniciativa en un Frankestein político que puede morir la semana próxima. Milei necesita del consenso de los gobernadores de la oposición y de un numero importante de diputados que cederán su voto si hay beneficios en el corto plazo.
Una posibilidad que nadie puede asegurar en la Casa Rosada.
El presidente tiene una mirada particular sobre la ciencia política: cree que las ideas alcanzan para lograr objetivos de corto alcance que sirven para consolidar una cuota de poder extra. Desde esta perspectiva, el choque de civilizaciones es inevitable: Milei desea sus proyectos sin hacer un Quid Pro Quo, y los gobernadores y diputados sólo avalarán la ley Omnibus en particular si hay Quid Pro Quo.
En este contexto, cuando Milei ya esté en Jerusalén, puede haber un milagro o una derrota política. La Casa Rosada no tiene la votación cerrada y aún no ofreció lo necesario para que los números cierren a su favor. No hay petición en el Muro de los Lamentos que venza la ambición política, cuando la debilidad interna es un dogma irrefutable. ,