Las muertes y los contagios derrotaron a la política. En ciertas provincias se apelaba a manipular la carga oficial para evitar la declaración de emergencia sanitaria y epidemiológica, y de esta manera la circulación continuaba como si nada sucediera. Y en rigor, fue al revés: miles de nuevos contagios que asfixiaban la oferta de camas con Unidad de Terapia Intensiva (UTI) causaron una catástrofe social que desembocó en un confinamiento de 9 días corridos.
A la negligencia en la administración de los datos públicos, se deben agregar dos hechos de difícil resolución. Las vacunas tardan en llegar, y los terapistas -profesionales clave en medio de la emergencia- son pocos en relación a la cantidad de contagiados a nivel nacional.
En este contexto, el confinamiento estricto es la única solución posible. Afecta la economía, la vida social y la fortaleza personal. Pero es mejor que la muerte.
El COVID-19 es una plaga del siglo XXI. Pocos saben cómo llegó. Nadie sabe cómo derrotarlo para siempre.