Puede ocurrir que Cristina Fernández derrote a Esteban Bullrich en las PASO. Pero su triunfo será tan exiguo que sólo recordará a Carlos Menem: un expresidente que ganó por un instante y luego partió a Comodoro Py para explicar la venalidad de sus actos de gobierno.
CFK tiene un techo electoral del 35 por ciento de los votos, y esa cifra no alcanza para derrotar a Cambiemos, porque se licuarán los sufragios de Florencio Randazzo y habrá una fuga desde Sergio Massa a los candidatos de Mauricio Macri. Cristina pensaba que volvía al poder. Y sucede a la inversa: escribe su epitafio en la compleja escenografía política del conurbano bonaerense.
La expresidente regresa al Senado para recuperar un espacio de poder que sólo existe en sus sueños personales. Ahora, CFK es una dirigente provincial sin capacidad de traccionar alianzas en distritos importantes y con un futuro procesal oscuro y complejo. No podrá escapar a una condena penal, y el peronismo ya mira hacia otros referentes políticos, muy alejados de los casos de corrupción y la justicia federal.
El 22 de octubre, cuando se conozcan los resultados electorales de la Provincia de Buenos Aires, Cristina iniciará su despedida de la política y el poder. Aún tiene capacidad de daño, y será un aparatoso obstáculo en la renovación peronista. Nada que no hayamos visto en los últimos treinta años.