El plan económico del gobierno es la mejor plataforma electoral de Cristina Fernández de Kirchner. Hasta la corrida financiera de mayo, la expresidente se mantenía en silencio mientras preparaba su defensa judicial frente a las acusaciones de lavado de dinero supuestamente cometido durante sus ocho años en la Casa Rosada. En mayo, Cristina estaba más cerca de Marcos Paz que de Balcarce 50, por las evidencias acumuladas en los tribunales de Comodoro Py.

Pero Mauricio Macri se comprometió con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y su apuesta económica solo consiste en bajar el déficit, contener el valor del dólar y reducir la inflación mensual. El Presidente y su gabinete no han propuesto medidas vinculadas a la producción, a mantener el nivel adquisitivo de los salarios y a contener las demandas de la clase media. Y esta deficiencia es ahora aprovechada por CFK, que gobernó de espaldas al mundo y con un plan económico que se mantenía con emisión monetaria y manipulación de las estadísticas oficiales.

Macri distribuye un porcentaje altísimo del presupuesto nacional entre los sectores carenciados de la Argentina y está preocupado por la pobreza e indigencia, que han crecido como consecuencia de la devaluación y el aumento de la canasta familiar. Sin embargo, esta preocupación no tiene un correlato efectivo en las medidas económicas y financieras que se diseñan en el Palacio de Hacienda y en el Banco Central. Nicolás Dujovne y Luis Caputo aún no han anunciado un sólo programa destinado a contener a la clase media –votantes de Macri– y a atenuar el efecto devastador de una tasa de interés cercana al 50 por ciento. Todo se orientó hacia la ejecución de medidas fiscales destinadas a satisfacer la voracidad de los mercados.

Si Macri no acierta con su gestión económica, Cristina lanzará su candidatura presidencial. A ella, no le importan las denuncias penales, ni la investigación de la justicia federal sobre los cuadernos del remisero Centeno. CFK prometerá soluciones económicas que nunca ejecutará, mientras Macri hace un ajuste fiscal que impactará en sus probabilidades electorales. El Presidente está concentrado en recuperar la confianza de los mercados, en tanto cae su imagen política entre la clase media, que ya está harta de los aumentos sistemáticos.

Una decisión casi suicida. Los banqueros de Wall Street, no votan en las presidenciales de la Argentina.