La pandemia profundizó la pobreza estructural y desnudó la incapacidad de la clase política para fijar una agenda común que garantice el trabajo en pleno siglo XXI. Un derecho básico construido a fuerza de luchas asimétricas en un mundo capitalista, es imposible de garantizar en un sociedad moderna que se mueve a la velocidad de la luz.
La crisis causada por el COVID-19 complica la capacidad de los estados para diseñar soluciones de corto, mediano y largo plazo, pero esta falencia se agrava en la Argentina cuando el enfrentamiento político es el hecho básico que une al Gobierno con Juntos por el Cambio.
El desempleo y la pobreza en 2020, será la tragedia de la Argentina en los próximos 30 años. Miles de chicos y adolescentes crecen -y crecerán- sin educación, proteínas y expectativas propias, protagonizando un panorama social que ya no tendrá solución.
Y cada año que pase, esa secuencia dramática se multiplicará en términos geométricos.
No se trata de una especulación distópica: durante el primero de mayo de 2050, la pobreza y la ausencia de trabajo será todavía un asunto sin resolver por la clase política. Como sucedió en el 2000, en 1970 y 1920, cuando se creía que el hambre y la injusticia iban a terminar en el siglo XXI.