Cuando termine la cuarentena en todo el país, hacia inicios de la primavera, la situación económica será dramática. Y a la vista, asumiendo que en Olivos ya se sabe qué viene, no existe todavía un programa diseñado para contener las demandas sociales que implicaran niveles históricos de pobreza, desocupación, caída de la recaudación y bajísimos niveles de consumo.
El sistema productivo nacional aparecerá colapsado, en un mundo que fijará nuevas reglas de juego a partir de las relaciones de poder que finalmente establezcan Estados Unidos, China y la Unión Europea. Sin precios superlativos para la soja y el petróleo -dos comodities básicos de nuestra economía- las posibilidades de crecer serán lentas y paulatinas.
En este contexto, será clave un acuerdo institucional entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Sin pacto político, a la crisis económica se puede sumar una estampida institucional. La contención social es responsabilidad de los dirigentes -desde Alberto Fernández a Horacio Rodríguez Larreta, por citar dos casos obvios-, y su ausencia puede replicar en términos geométricos la tragedia de diciembre de 2001.
Todavía no hay un plan diseñado por Martín Guzmán, avalado por Alberto Fernández y respaldado por la oposición. Sin plan, puede haber caos social. Y faltan solo cuatro meses para la primavera.