Alberto Fernández y Guillermo Lasso habían construido una buena relación personal y política. Ayudó el frío de Beijing: a principios de 2022, los presidentes de Argentina y Ecuador compartieron el mismo palco para ver la inauguración de los Juegos Olímpicos de invierno en China. Y desde ese momento de distensión se encontraron en la Cumbre de las Américas en los Ángeles, la Asamblea General de las Naciones Unidas y la Casa Rosada.

Pero la fuga de la exministra María de los Ángeles Duarte, condenada por corrupción junto al expresidente de Ecuador, Rafael Correa, congeló los vínculos institucionales entre Alberto Fernández y Lasso. Es más: la relación bilateral entre Argentina y Ecuador cruje, y los embajadores de ambos países han sido expulsados -recíprocamente- como consecuencia de la desconfianza mutua en ambos países.

Duarte se oculta de la justicia en Caracas, mientras que Lasso asegura que la exministra se escapó de la residencia argentina en Quito a través de un plan diseñado por el régimen de Nicolás Maduro y respaldado por Oscar Laborde, representante de Balcarce 50 en Venezuela.

La Cancillería rechaza la acusación y sostiene que Lasso esgrime esa hipótesis para ocultar su responsabilidad política en los hechos. «Al gobierno de Ecuador, se les escapó Duarte. Y ahora decidieron que los costos políticos se facturen a la Argentina. Eso no es así. Duarte se escapó porque ellos son ineficientes», comentó Santiago Cafiero, ministro de Relaciones Exteriores, en la intimidad del Palacio San Martín.

Al margen de las disputas diplomáticas, Duarte decidió permanecer en Caracas bajo la protección de Maduro. Al dictador de Venezuela no le importa que la exministra ecuatoriana tenga una sentencia firme de ochos años por cobrar sobornos -junto a Correa- para conceder contratos de obras públicas a empresas extranjeras.