Néstor y Cristina Kirchner montaron un sistema de corrupción que colocó a Lázaro Báez como organizador de una banda que uso al Estado para obtener ganancias ilegales por tantos dólares que aún no se pueden calcular.  La exFamilia Presidencial utilizó su poder institucional para crear una maquinaria de corrupción y aprobó que un puñado de farabutes se encargaran de recoger el dinero sucio y lavarlo en las entrañas del sistema financiero nacional e internacional. Esos farabutes, con la misma moral y ética que Néstor y Cristina, iniciaron una larga confesión judicial que convertirán a la palabra Kirchner en sinónimo de corrupción política en la Argentina.

Néstor y Cristina validaron a Báez como uno de sus operadores públicos para multiplicar sus negocios privados. Y Báez, un mediocre empleado bancario, contrató a un team de buscavidas que debían comprar propiedades, contar billetes, cargar bolsos, viajar a Santa Cruz y armar sociedades fantasmas alrededor del planeta. Esta troupe del kirchnerismo, incapaz de entender la fabula de la Gallina de los Huevos de Oro, fueron ostentosos, vivían de noche y creyeron que Néstor y Cristina eran pasajeros eternos del poder argentino.

Ahora, asumiendo que no eran militantes de ningún proyecto político, ni que La Caja era necesaria para hacer una Revolución Nacional, los esperpentos de Báez traicionaron a los líderes de un movimiento partidario que sólo pretendieron esconder su voracidad personal con eternos discursos épicos que conducían a la nada. Cristina va a pagar por lo suyo y por lo que heredó de Néstor.

La declaración del arrepentido Leonardo Fariña inicia un efecto dominó que empujará a otros farabutes y a los jueces federales porteños que, hasta hace unos meses, preguntaban en Olivos que debían ponerse para ir a los tribunales de Comodoro Py. En una movida judicial que intenta parecerse a los ejemplos de Italia (Tangentópolis) o de Brasil (Lava Jato), los controvertidos magistrados de antaño ahora aparecen capaces de investigar casos de corrupción K que dormían por pedido expreso de Balcarce 50.

Cristina debería prepararse para su ocaso político. Un capítulo de su vida que ya se escribe en el Poder Judicial.