Alberto Fernández propone un discurso democrático, incluyente y revisionista. Rechaza la posibilidad de un 678, asegura que terminará con las antinomias ideológicas y cuestiona la actuación de Guillermo Moreno, un matón con carnet de funcionario que asoló desde la Secretaría de Comercio. El candidato presidencial del Frente de Todos olfatea su victoria en las elecciones del 27 de octubre y en plan de campaña exhibe su lógica cartesiana y esconde a ciertos personajes que trabajaron al lado de Cristina Fernández de Kirchner, su madrina política y compañera de fórmula electoral.
El candidato peronista cuestiona la corrupción, pero Cristina tiene procesamientos. Hace referencia al valor de la democracia y no cuestiona el discurso de Hebe de Bonafini. Y en las última horas relativizó el asesinato del fiscal Alberto Nisman, cuando hay una decisión de la Cámara Federal porteña explicitando que no fue un suicidio.
Es cierto que Alberto Fernández cuestionó durante años a CFK, pero también es verdadero que ella lo puso camino a la Casa Rosada. El candidato contesta con una practicada ofuscación cuando se le pregunta cómo será la eventual convivencia en el poder con su compañera de fórmula.
Con la ofuscación no alcanza para despejar las dudas: en los 70, sin redes ni Big Data, resolvieron el dilema con seis palabras y una coma: Cámpora al gobierno, Perón al poder.
