Jair Bolsonaro es misógino, homofóbico, nacionalista, conservador, dictatorial y discrimina a los negros y a los pobres. Sin embargo, será el nuevo presidente del Brasil, un país golpeado por la crisis económica, la ruptura del sistema institucional y la corrupción de su elite política y económica. Bolsonaro parece el Huevo de la Serpiente y su futuro gobierno se apoyará en la iglesia evangélica, el ala más dura del Ejército brasileño y el establishment industrial de San Pablo. El futuro presidente del Brasil tiene un discurso zizagueante y es una incógnita para el tablero geopolítico mundial.
El futuro presidente promete liberar la compra de armas particulares para bajar los niveles de inseguridad, asegura que reducirá el estado para mejorar la situación económica y afirma que profundizará las acciones judiciales contra la corrupción sistemática. Bolsonaro sabe qué quiere escuchar el electorado brasilero y sus discursos de campaña se orientaron a satisfacer las demandas populares y a proteger los intereses de sus socios políticos: la iglesia evangélica, los mercados financieros y los grandes empresarios paulistas.
Bolsonaro critica el acuerdo de Cambio Climático de París, cuestiona el estado político del Mercosur, castiga con entusiasmo al proyecto populista de Nicolás Maduro y apoya la agenda local e internacional de Donald Trump. El futuro presidente anunció que trasladará la embajada de Brasil a Jerusalem, como ya hizo Trump, y explicitó su decisión de enfriar la relación privilegiada que Brasilia tiene con Beijing. China es el principal socio estratégico de Brasil y ambos comparten el BRICS, pero Bolsonaro se inclina hacia la Casa Blanca y su estrategia de contener el avance chino en América Latina.
Respecto al Mercosur y la Argentina, el futuro presidente del Brasil se ha movido con cautela. Bolsonaro señaló que quiere profundizar las acciones del Mercosur y ejecutó un gesto hacia Mauricio Macri que nadie esperaba en la Casa Rosada: llamó al presidente argentino y aseguró que estaba dispuesto a trabajar en conjunto para mejorar el peso relativo global de ambos países. Macri agradeció el gesto y ahora aguarda el resultado oficial de la segunda vuelta para formalizar una visita del presidente electo del Brasil.
Bolsonaro es un intríngulis para la región. Tiene muchos socios políticos, nula gestión administrativa y enfrenta un escenario social y económico que se encuentra en un inestable equilibrio. Un error político de gravedad puede quebrar ese equilibro interno y complicar aún mas la situación institucional. Una circunstancia que no se descarta y que ya puso en alerta al Mercosur y la Casa Blanca.