Tras la asunción de Sergio Massa como ministro de Economía, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner pactaron una tregua política. Cada uno ejecutaría su propia agenda, y los dos apostarían al plan de estabilización de Massa como paso previo a la campaña electoral que pondría en juego el futuro del Frente de Todos.

Alberto Fernández pretende la reelección, y Cristina quiere enterrarlo en el olvido.

Esa ecuación política -aplacada por la tregua- irrumpió en el escenario interno cuando Eduardo «Wado» de Pedro reveló que estaba con «dolor» porque -según explicó en un punzante off the record– el Presidente no lo invitó a un acto que Lula da Silva compartió con los organismos de Derechos Humanos.

Esa denuncia política del ministro de Interior causó un inmediato incendio en la Casa Rosada. Alberto Fernández deseaba echarlo a De Pedro, mientras que sus asesores más cercanos imploraban calma ante una decisión que podía romper -anticipadamente- al Frente de Todos y colocar a Juntos por el Cambio muy cerca de la explanada de Balcarce 50.

La crisis política, por ahora, quedó encapsulada. «Wado» de Pedro se quedará en el Ministerio -con escasas funciones propias- y el jefe de Estado evitará profundizar la crisis para preservar su proyecto de reelección.

Se trata de una solución con final abierto. La tregua se rompió, CFK quiere imponer a su candidato presidencial y Alberto Fernández ya no comparte su estrategia política con la vicepresidente.

En Gobierno se escucha ruido de tambores.