Donald Trump será candidato a presidente por el Partido Republicano. Su discurso xenófobo y aislacionista caló en el electorado de Estados Unidos y le permitió hilvanar 28 triunfos en las primarias del viejo partido conservador. Trump derrotó a Ted Cruz en Indiana, forzó su renuncia como candidato y ya no tiene obstáculos electorales a la vista.
Con la victoria en Indiana, el magnate neoyorquino sólo necesita 184 delegados más para detentar el número mágico de 1237 convencionales. Una cifra que tiene al alcance de la mano por las proyecciones que aseguran su triunfo en Virginia Occidental, Nueva Jersey, Washington, Oregon, Nuevo México y California.
Barack Obama desarrolló una agenda multilateral que permitió desmantelar la carrera bélica nuclear de Irán y restablecer las relaciones diplomáticas entre Washington y la Habana. Asimismo, estableció un programa económico que eliminó las consecuencias de la recesión y la crisis heredada de la administración de George Bush.
Obama no cambió al mundo, pero sin duda colaboró para disminuir los escenarios de conflicto e incrementar los niveles de cooperación internacional. El presidente de Estados Unidos está a favor del diálogo interreligioso y en contra del cambio climático, dos posiciones geopolíticas que no tienen antecedentes en la historia reciente de la Casa Blanca.
Esta agenda moderna, inclusiva y ecuménica puede morir de un susto, si Trump llega a la Presidencia de los Estados Unidos. Y ya no hay argumento teórico que permita suponer que el controvertido magnate no pueda suceder a Obama.
Trump suma votos en los distritos liberales, en los estados conservadores, en las ciudades desbordantes de blancos desocupados y en los barrios de negros que odian a los hispanos. Trump ha logrado un discurso transversal, que apela al miedo irracional, a las diferencias étnicas y a la sobrevaloración de los colores americanos.
Ahora todo está en manos de Hillary Clinton y el Partido Demócrata. Clinton debe demostrar que un discurso progresista es más fuerte que una arenga exaltada y populista. Porque si HIllary pierde en noviembre, la serpiente romperá el huevo.
Y ya será tarde para todos.
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