Hebe de Bonafini enfrentó a la dictadura militar con otras mujeres que habían visto desaparecer a sus familiares, amigos y vecinos. El régimen apretaba en las calles, pero las Madres ocupaban la Plaza de Mayo y giraban exigiendo aparición con vida y castigo a los culpables. Eran pocas, estaban asustadas y tenían el valor de los héroes anónimos, que combaten sin medir la potencia del enemigo mortal.
Pero con la llegada de Néstor Kirchner al gobierno, Hebe puso a las Madres de Plaza de Mayo a disposición y se plegó a un proyecto que uso a los derechos humanos para obtener una valoración institucional que le permita encubrir su abuso de poder y sus casos de corrupción. Hebe es un ariete del kirchnerismo residual que no le importa sacrificar a los íconos de la lucha contra la dictadura para esconder sus miserias y troperías.
La justicia federal no decidió la detención de Bonafini por su pasado vinculado a la defensa de los derechos humanos. Hebe está imputada en la causa Sueños Compartidos, un caso de corrupción que involucra importantes funcionarios del gobierno de Cristina Fernández. Pero la titular de Madres de Plaza de Mayo montó un número político para bloquear una decisión que está justificada por el código de Procedimientos. No hay violación de la ley, al contrario, si Bonafini no comparece el Poder Judicial será un espejismo.
No hay construcción ideológica que permita enterrar la lucha y pasión de Bonafini contra los militares que ejecutaron un plan sistemático de desaparición de personas. Pero esa lucha y pasión no puede servir para esquivar a la justicia en un caso de corrupción. Si hay delito cometido, Bonafini deberá pagar.
A salvo quedará el recuerdo de las Madres y otros organismos de derechos humanos que daban vuelta a la Plaza de Mayo cuando Néstor, Cristina y sus esperpentos patagónicos miraban hacia otro lado.