Cristina Fernández apuesta al futuro, cuestiona el presente político y olvida recordar sus ocho años en la Casa Rosada. CFK no menciona que concedió a Nicolás Maduro la Orden del Libertador San Martín cuando su gobierno hacia negocios con la república bolivariana.
La expresidente tampoco hace mención a Julio de Vido, su exministro acusado de ciertos casos de corrupción vinculados a los subsidios al transporte, a la compra de chatarra y a la Tragedia de Once. Cristina ordenó proteger a De Vido en Diputados, pero optó por callar para continuar su estrategia electoral ante las PASO.
CFK diseñó una estrategia que hasta ahora le dio resultado. No menciona a Amado Boudou, el Memo con Irán, los sobreprecios de Lázaro Báez, el pedal impositivo de Cristóbal López, los fondos del Fútbol Para Todos y su compleja situación procesal en los tribunales federales. Cristina aparece sencilla, despojada, amena ante sus jóvenes militantes. Su táctica de la pastafrola funciona en las encuestas y ya no hay dudas que ingresará al Senado.
Ya está probado: la democracia no es un sistema perfecto, y la voluntad popular –a veces– es manipulable.
Al respecto, Cristina tiene las pruebas.
